Maurizio Macri, CEO de Argentina, nos arengó hoy desde el Congreso: "Veo señales de mejora en la economía".
En el 2015, último año de gobierno de Cristina Kirchner y con todas las turbulencias por la histórica restricción externa (incapacidad del Banco Central de seguir financiando las importaciones para el crecimiento industrial), el PBI había crecido 2,5%, la inflación era alta, de 27%, pero empatada por los aumentos salariales nominales, la tasa de desempleo se ubicaba en torno de 5-6% y la población viviendo debajo de la línea de pobreza de 20-25% según diversas mediciones privadas.
Al finalizar 2016, Año 1 de la Revolución de la Alegría, los resultados fueron en sentido inverso: el PBI cayó 2,8%, la inflación fue la más alta desde 1991, 41%, la tasa de desempleo se disparó a 10% y la pobreza pasó a afectar a por lo menos 33% de la población.
No se trata de un gobierno nacional enfrentando una "pesada herencia" como ha esgrimido durante 14 meses sin parar. Se trata de un gobierno que viene aplicando un plan de reconversión económica, para pasar de ser un país semi-industrial a agro-exportador y de sector servicios.
La historia económica también nos enseña cuál es el derrotero que seguirá nuestro país si no se cambia este rumbo.
En Mitos, Etapas y Crisis en la Economía Argentina (2007), Mario Rapoport divide Argentina en 2 ciclos: el de la economía industrial -nacionalista/desarrollista- entre 1949-74 y el de la economía neoliberal reprimarizadora, 1974-2002. Durante la época industrial el PBI por habitante creció 42% acumulado y 2,1% anual. Durante la época neoliberal de apertura a las importaciones y "vuelta al mundo", el PBI por habitante creció ¡sólo 9% acumulado y 0,3% anual! Asimismo el el segundo período -que es el que Macri reivindica y todas sus medidas son propias del mismo- los indicadores de pobreza, desigualdad, desempleo e inflación fueron los peores de la historia.
No creo que prescribir la misma receta que ya demostró sobradamente hacia dónde nos lleva pueda funcionar de otra manera.
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